Una
soleada mañana
de domingo. La terraza de un bar. Un aperitivo. Un hombre con la
prensa bajo el brazo. Un niño
de cuatro años.
Y un cachorro de Golden Retrevier.
-Papá,
¿puedo
ir a jugar con Ulises?
-Sí,
pero no os alejéis
mucho.
-Vale.
¡Vamos,
Ulises!
El
suplemento de economía.
Una cerveza y un refresco. El niño
y el perro yendo y viniendo. El dominical. Unos berberechos y unas
patatas fritas. Los resultados de la liga. El niño
y el perro jugueteando entre las mesas de la terraza. Y una mujer que
vocifera cerca de allí:
-Perdone,
¿es
suyo?
-Sí,
pero no hace nada, tranquilo.
-Es
que no me deja leer.
-Es
muy pequeño,
sólo
quiere jugar.
-Pero
es que me está
molestando,
¿no
lo está
viendo?
-Si
no se mueve, no le hará
nada.
-Todos
son iguales. Como tienen uno, se piensan que a los demás
nos tiene que gustar también.
Haga el favor de llevárselo
de aquí.
El
hombre se levantó,
se acercó
a la
mesa, lo cogió
en
volandas y lo ató
a su
silla.
Y
Ulises siguió
correteando
por ahí.
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