“Las muñecas de Famosa
se dirigen al portal para hacer llegar al Niño su alegría y su
amistad. Y Jesús en el pesebre se ríe porque está alegre...” ¿Se
acuerdan? Qué tiempos aquellos en los que los Reyes Magos recorrían
cientos, miles de kilómetros, para colocar junto al zapato limpio
unos cuantos juguetes, cajas de colores y monedas de chocolate. Y
carbón si nos habíamos portado mal durante el año que acababa de
acabar. Para mí, sigue siendo lo mismo: sigo poniendo el zapato y
sigo esperando, ilusionada, los regalos, que se van adaptando a la
edad que, año tras año, de manera inexorable, van sumando en mi
calendario. Los juguetes y los colores de la infancia pasaron a mejor
vida y llegaron la ropa de adolescente y a los cassettes y a los
libros. De ahí pasamos a la electrónica y demás artilugios y, así,
sin prisa pero sin pausa, hemos llegado a la vida adulta y a unos
Reyes Magos pragmáticos, que no se andan con tonterías: cosméticos,
vales de ropa (para comprarla en rebajas), alguna que otra sesión de
spa o de cata de vinos, entradas de teatro, más libros y, desde que
tengo sobrinos, el que más ilusión me hace, un calendario con las
sonrisas de mis “tres niñas y un niño” (es que todavía no me
he acostumbrado a hablar en masculino, habida cuenta que en este
ranking gana la mayoría femenina), un calendario que luzco en mi
mesa de trabajo (en el trabajo) y que me hace sonreír cada vez que
lo miro.
Este año, sin embargo,
los Reyes Magos han roto mis esquemas y mis expectativas: junto al
taconazo de este año, además del libro y del vale de ropa, había
un regalo grande y plano. Qué bien, pensé, el calendario de mis
sobrinos pero, esta vez, de pared. Lo desenvolví con ansiedad y,
ante mis ojos redondos y grandes como platos, apareció un torso
masculino, desnudo, moreno, lustroso, que marcaba músculo por todas
partes y que anunciaba un nuevo año, 2013. ¡¡¡El calendario de
los bomberos!!! No podía creérmelo. ¿De quién coño había sido
la idea? Y, encima, dedicado: “Mamen: Todo el fuego para ti.
Quémate y llama al cuerpo”. ¡¡¡Manda huevos!!! Allí estaba yo,
en la mañanita de Reyes, delante de mis padres, mis hermanas, mis
cuñados, mis sobrinas y mi churri, con el cuerpo del delito, ¡y qué
cuerpo!, nunca mejor dicho. No sabía qué decir. En mi mirada se
dibujaba la consabida pregunta: ¿quién ha sido?, ¿a quién se le
ha ocurrido semejante idea? Pero, claro, delante de las niñas, no
podía decir nada, no podía echar por tierra la magia de los Reyes
Magos. Para que lo cuelgues en el despacho, me dijo riendo mi
hermana. ¿En el despacho del trabajo? Y enseguida me imaginé la
escena: esos bomberos colgados en la pared, desnudos, sudorosos,
potentes, provocativos, mirándome a los ojos, seduciéndome con cada
centímetro de su piel, con cada músculo, con todos los músculos de
su anatomía. ¡¡Qué bien iba a trabajar!! ¡¡Qué feliz iba a
estar durante todo el día!! ¡¡Qué estupendo ver cada mañana a
ese tiarrón esperándome en el despacho!! Lástima de un pequeño
detalle: comparto despacho con mi jefa y por ahí pasan un montón de
chavales y chavalas a lo largo de todo el día. Qué pensarían de
mí: yo, seria, estricta, profesional, disciplinada, con ese elenco
de cuerpazos encima de mi cabeza. ¡¡¡Ufff!!! Imposible. Mejor, el
calendario de mis sobrinos. Pero, mientras ojeaba los meses y a los
chicarrones en esas posturas imposibles, con esos cuerpos moldeados a
golpe de mancuerna y abdominal, con esas miradas penetrantes y esas
sonrisas encantadoras, mientras alababa la profesionalidad de los
modelos y del fotógrafo, una duda empezaba a rondar por mi cabecita:
Vale, no sé de quién ha sido la idea de regalarme el calendario de
los benditos bomberos (la verdad es que nunca lo había visto,
pensaba que era una leyenda urbana), pero, ¿a santo de qué me lo ha
regalado? ¿Tan mal me ve?, ¿tan desesperada estoy que no lo puedo
disimular? Y miraba a mi churri que, sin el menor atisbo de
incomodidad o de celos, sonreía maliciosamente mientras decía que
no con la cabeza y levantaba los hombros. No, yo no he sido, te lo
juro. Y no sé quién ha sido el artífice del regalo que te ha
dejado muda.
Y aquí tengo a mi
ejército de bomberos desnuditos y deliciosos, colgados en la pared
del despacho de casa. El de enero está de muerte, está corriendo
por una pasarela de madera, ataviado únicamente con unas deportivas.
Lo miro y lo vuelvo a mirar. Joder, sí que está bueno, sí. Miro a
mi chico, que ahora está a mi lado, trabajando con el otro
ordenador, y me siento culpable. Me mira y me sonríe. Lleva el
chándal de los sábados, la barba del fin de semana y una barriga
que se está haciendo más que incipiente, la maldita curva de la
felicidad o la maldita cerveza (más bien, lo segundo).
Disimuladamente, miro al bombero de enero. Vuelvo a mirar a mi chico.
Decididamente no hay color pero, como me dijo una amiga que vio el
calendario -aquí, quien no se consuela es porque no quiere-, esos
chicos no existen, no; no existen esos torsos perfectos ni esa
anatomía griega, proporcionada y tan bien depilada (atención, si
alguno de esos bomberos está leyendo esto, que me llame y me diga
que sí, que existe. Más que nada, para ir matando mitos). Tengo
que adelgazar, ¿verdad? Pienso detenidamente la respuesta para que
no se desate una batalla inútil: ¿Tú te sientes bien, cariño? Lo
importante es la salud. Me sonríe y se va. Vuelve con una cerveza y
una bolsa de patatas fritas. Pues sí, estoy de coña. (Se me había
olvidado que tiene una autoestima a prueba de bomba y una imagen de
sí mismo a prueba de respuestas ridículas. Si esto mismo hubiera
pasado al revés, habría estado sin hablarle durante una semana, lo
juro). Y otra duda vuelve a rondar por esta mente femenina que Dios
me ha dado: ¿cómo habría reaccionado yo si a él le hubieran
traído los Reyes Magos un calendario plagado de señoritas medio
desnudas, embutidas en biquinis imposibles, con unas tetas rebosantes
y una cinturita de Barby, en posturas escandalosas?, ¿lo habría
tolerado? ¿Cómo llevaría yo eso de tener colgado en el despacho un
calendario de doce cuerpazos esculpidos a golpe de bisturí y bótox,
con sus correspondientes atributos y esas boquitas (me imagino) de
muñeca hinchable? ¡¡¡Ahhh!!! ¡¡Por favor, que aún hay clases!!
¡¡Ni que estuviéramos en la cabina de un camión!!
PD. Lo acabo de decidir.
No voy a esperar al de febrero. En cuanto cuelgue esta entrada,
descuelgo el calendario y lo hago desparecer. No vaya a ser que los
Reyes Magos de 2014 me quieran poner a prueba...