Crisis, corrupción,
desahucios, despidos, recortes, fraude, censura, mentiras,
hipocresía... Sí, tenemos mil razones para quejarnos, para levantar
la voz, para enfadarnos contra todos aquellos que han conseguido que
estemos ¿peor que nunca? Sí, nos lamentamos de la situación que
nos ha tocado vivir; mejor dicho, que nos han obligado a vivir, y
cada uno, a su manera, como puede, sabe o le dejan, intenta
sobrevivir en esta jungla hecha de sinrazones. Y sí, ¿para qué
negarlo?, tenemos mil razones para seguir lamentándonos porque
tenemos muy cerca, con nombre y apellidos, los rostros de los que
sufren (sufrimos) en primera persona el desgaste personal, emocional,
físico y social que están provocando tantas injusticias. Sí,
tenemos derecho a sentirnos desgraciados, a ver la botella medio
vacía, el día gris y el futuro negro. Pero, ¡¡¡eppp!!!!, si me
lo permiten, también tenemos el deber y la autoridad moral de darle
la vuelta a la tortilla, de ver en la lejanía el rayo de sol, de
otear un arcoiris en medio de aquello que llaman el mañana. En
definitiva, tenemos el deber de intentar estar bien, de ser
optimistas y de arañar, allá donde podamos, esos momentos de alegría y de bienestar que tanto se empeñan en arrebatarnos. Sí, no me resigno a
que esos pinten mi vida con tonos oscuros; me resisto a que, además
de (des)gobernar mi cuenta corriente, mi casa, mis vacaciones o lo
que me puedo poner o puedo comer, manden en mis ilusiones, en mis
sueños y en mis sonrisas. Por eso, desde aquí, les digo que no, que
no van a poder conmigo; que, a pesar de todo y de todos, todavía
tengo razones -¡mis razones!- para ser feliz.
- Sencillamente, porque ya es veranito. Y eso nos levanta el ánimo: el buen tiempo, la playa, la piel morenita, las uñas de los pies pintadas de rojo, los días más largos y las noches, más cálidas. Porque el sol nos da energía y el mar nos hace más saladitos.
- Porque, cuando nos quejamos de nuestra vida o de nuestro trabajo (o no trabajo) o de nuestra salud o de nuestra situación sentimental, debemos pensar ¿comparado con quien, eh? Eso me lo dijo alguien que yo me sé y es verdad, ¿comparado con quién?
- Porque siempre hay un amigo para compartir risas y sueños (desde aquí, Olga, mil gracias por esa tarde-noche mágica. Te confieso que has conseguido lo que nadie ha logrado: un viernes por la tarde, que siempre acabo hecha polvo, ¡hasta las diez y media de la noche despierta! Por cierto, a pesar de todo -¿comparado con quien?-, te vi estupenda, estupenda. Y gracias a ti, Elena, por compartir conmigo tu madera. Y gracias a ti, Joaquina -and family-, y a nuestros fines de semana llenos de sabor. Y gracias a ti, Olga; y a ti, Lola; y a ti...)
- Porque me espera la morería. No necesito más.
- Porque todavía me enganchan los buenos libros. El que estoy leyendo y me está fascinando: El problema de Spinoza, de Irvin D. Yalom.
- Porque todavía no se han muerto las flores de mi terraza.
- Porque el último mes tuve 1000 visitas en mi blog. ¡La leche!
- Porque, a pesar de que mi libro no ha tenido éxito, no he perdido la esperanza (http://www.amazon.es/ENCRUCIJADAS-ebook/dp/B009991H5A). Y continúo escribiendo. Y, lo mejor, sigo sintiéndome feliz cuando lo hago. Ya he empezado a esbozar mi segunda novela...
- Porque sigo sorprendiéndome con mis sobrinas y mi sobrino. Porque, con ellos, se para el tiempo y puedo tocar, por un momento, la felicidad.
- Porque, a pesar de mis problemas de cervicales y mis dolores (funciono con dos ibuprofenos al día y relajantes musculares), sigo con mi vida.
- Porque, a pesar de no tener demasiada pasta, todavía vamos mi madre y yo de compras y nos permitimos algún capricho.
- Porque disfruto con los paseos por la playa, que tienen un montón de ventajas: no cuestan nada, me ayudan a ponerme morena y tonifican los músculos. ¿Qué más quieres, Baldomero?
- Porque estoy enamorada.
- Porque, cuando me pongo taconazos para trabajar, me siento genial.
- Porque, cada vez que voy a hacer la compra de la semana, todavía puedo ayudar a todos los que están en la puerta del supermercado (en especial, un hombre que me llama mamita porque le compro leche para sus niños y comida para él y su mujer)
- Porque todavía conservo aquel mapamundi en el que señalo con un alfiler todos los sitios que he visitado y todos los viajes que me quedan por hacer y toda la gente que me queda por conocer.
- Porque me he cortado el pelo y me gusto.
- Porque, a pesar de los recortes, puedo seguir aportando mi granito de arena en las ONG a las que estoy asociada.
- Porque, por fin, tengo emoticonos en mi whatsapp. (Parecerá una chorrada pero no veas cómo disfruto)
- Porque mi familia es mi mejor y mayor apoyo; especialmente, las mujeres de mi familia, que no son pocas.
- Porque todavía disfruto con mi soledad y mi silencio.
- Porque he podido cumplir algunos sueños.
- Porque todavía tengo sueños que cumplir.
- Porque estoy aquí y lo puedo contar.
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