lunes, 15 de diciembre de 2014

UNA BUENA FOTO o UNA FOTO BUENA


Sales de casa, la cámara de fotos en el bolsillo o colgada del cuello. Es inevitable. Ya no puedes ir sin ella. Ya forma parte de ti, de tu manera de vivir, de tu manera de ser. Vas por la ciudad sin un destino concreto, sin rumbo fijo. Un paseo. Caminas. Calles, esquinas, gente, vehículos. Ja conoces todo lo que te rodea pero todo te parece nuevo. Te paras delante de un semáforo en rojo. Fachadas, coches, peatones, farolas. Verde. Sigues tus pasos sin saber a dónde te llevarán. Plazas, callejuelas, más gente. Una calle cortada. Otro semáforo. Vuelves a pararte y vuelves la cabeza. Un movimiento reflejo. Y allí está. No sabes qué es exactamente pero ya la tienes. Coges la cámara lentamente como si aquello que, en un segundo y sin razón aparente, te ha cautivado estuviera a punto de huir, de emprender el vuelo. Una luz, una sombra, un rostro, una piedra... No sabes qué es. Lo único que comprendes -y no con la razón- es que aquello tan cotidiano, tan insignificante, tan... acaba de contarte una historia, te ha dicho algo que ha traspasado el cerebro y la piel. Te colocas la cámara delante del ojo como si formara parte de tu propia mirada, de tu rostro, incluso de tu cuerpo. Miras a través del objetivo: para ti, la luz perfecta, la posición perfecta, la imagen perfecta. Es la perfección subjetiva. Aprietas el botón. Ya la tienes. Estás convencido. Es la foto. Tu foto. Una buena foto. 
 
Coges el coche. Llevas las cámaras fotográficas, el trípode, los filtros, los objetivos. Queda poco para que el sol se ponga. Sabes dónde tienes que ir. Desde los búnkers o desde Torre Baró, el paisaje es increíble. Tienes la foto asegurada. Y lo sabes. Aparcas. No hay nadie. Hace frío. De pie, miras hacia el horizonte. Realmente, es un bello espectáculo. Abres el trípode y lo aseguras en la tierra con unas piedras. Fijas la cámara. Sabes perfectamente qué quieres. Un filtro determinado. Un objetivo concreto. La ley de los tres tercios, la profundidad de campo, el diafragma, la velocidad. ¿Qué más? Todas las leyes, todos los consejos, todos los conocimientos adquiridos con la experiencia, con las lecturas especializadas, con los cursos y un montón de fotos vistas se ponen al servicio de este momento. La luz, el cielo, los colores, las luces de la ciudad, el sol, los contrastes, el ruido de la imagen. Encuadras. Te alejas. Cambias de objetivo. Mueves la cámara. Te acercas. Lo tienes todo controlado. Está todo perfecto. Es la perfección objetiva. Apuntas. Ya está. Ya la tienes. Sí. Estás convencido. Es la foto, tu foto. Una foto buena.
Este es el secreto de la fotografía: ¿Una buena foto o una foto buena?


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