Ahora que ya está
llegando el final de este año, ahora que casi todo el mundo está
preparando la última noche de este 2013 (qué me voy a poner, qué
voy a cocinar, con quién voy a celebrarlo, adónde voy a ir...),
ahora toca hacer balance de estos últimos 365 días. No. No a todos
les gusta pensar en lo que han hecho o han dejado de hacer en este
año; no todo el mundo tiene el valor y los arreos necesarios para
hacer frente a lo que le ha sucedido en estos últimos doce meses; y
especialmente no cualquiera tiene la entereza, la fortaleza y la
templanza suficientes para ponerse frente al espejo del alma y
someterse a juicio por todo lo que ha hecho, ha dicho, ha pensado, lo
que ha provocado en este 2013 que está a punto de expirar.
365 días dan para mucho
(o para muy poco, según se mire); en 365 días se han podido hacer
muchas cosas (o muy pocas, depende de lo que uno se haya planteado a
final del 2012); en 365 días hemos podido cambiar el rumbo de la
historia, de nuestra propia historia o, sencillamente, hemos seguido
sentados en nuestras cómodas y confortables butacas, como meros y
expectantes espectadores de nuestra inalienable existencia, sin tomar
cartas en el asunto, en nuestro asunto (¿qué asunto no hay más
propio que nuestra propia vida?). 365 días... Cuánto y qué poco.
Y aquí me tienen, mis
adorados y adorables lectores, haciendo balance de este breve pero
intenso tramo de mi vida. Aquí me tienen, buscando entre mis
recuerdos, en mis hojas de diario, en mis correos electrónicos y en
mis whatsapps (que ya constituyen parte de mis dietarios, porque
cartas y postales de correo ordinario, excepto las de mis sobrinas,
nada de nada. Cuánto añoro un buzón lleno de sobres e imágenes de
allende los mares..., como cuando era jovencita). Aquí me tienen
haciendo recuento de las lágrimas que he vertido, de las risas que
he reído, de los abrazos que he dado, de los adioses que he
despedido, de las gracias que he dado, de los te quiero que he
pronunciado.
2013, cuánto ha dado de
sí...
Empecemos por lo malo:
Varios ingresos en el
hospital (mi sobrino de apenas dos meses, nada más empezar el año.
Ahora ya está bien: empieza a caminar, dice papá, se mueve como una
lagartija y se ríe como un “condenao”. La del hijo de mi amiga
Olga, Dídac, que cada vez lo lleva mejor, o eso es lo que nos quiere
hacer ver...)
Varias intervenciones
médicas (la catarata de mi padre y también de mi buen amigo Andrés)
Una baja por larga
enfermedad (maldita SSQM)
Un cáncer (desde aquí,
ánimos a quien tú ya sabes)
Un ictus (qué duro,
Laura, ver a una madre así. Pero hay que ser fuerte... Sabes que
puedes contar conmigo)
Cuatro muertes (la de mi
buen amigo Eloi, la del señor Antonio, la de mi tío Diego y la de
la madre de mi amigo Mario. Aquí sobran las palabras)
Y una artrosis incipiente
en los huesos de la mano...
Pero también hay que
contar lo bueno:
Los viajes
(Castilla-León, Ezkurra, Tánger, Essauira, Cabo de Gata, Roma,
Huesca, Costa Brava... Ah, y dos travesías en velero con Toni y
Quim)
Los encuentros con los
amigos (mis amigos los escritores, mis amigos los “veleristas”,
mis amigos de la peña Pureta y del casal, mis amigos compañeros del
trabajo, mis amigos de siempre Elena, Manel...)
Las comidas, cenas,
desayunos familiares (para mí, siempre lo he dicho, uno de los
mayores placeres es encontrarme con mi familia y comer, beber,
hablar, reír, llorar, comentar, volver a reír, pedir la tanda,
discutir, volver a comer, jugar, hacer trabajos manuales, planificar,
seguir hablando...)
Los paseos por la playa
(otro de mis placeres no ocultos)
Los descubrimientos (este año he probado la ternera de Nebraska, el Bloody Mary, el zumba, los ritmos latinos, el masaje balinés...)
Mi trabajo (que, aunque
me proporcionan dosis elevadas de estrés, agotamiento mental y
cabreos monumentales, sigue siendo una fuente inagotable de
aprendizaje y de inspiración)
Mi novela (que, poco a
poco y en silencio, va sumando lectores http://www.amazon.es/ENCRUCIJADAS-Mamen-Gargallo-Guil-ebook/dp/B009991H5A)
Mis proyectos (una
segunda novela, más viajes -el de la Habana me hace especial
ilusión-, más encuentros con mis amigos, seguir con el zumba...)
Y sí, sé que hay
motivos para lamentarse y para seguir quejándonos (paro,
preferentes, injusticias, recortes...) pero, como alguien me dijo, el
destino y la suerte están en nuestro pensamiento y en nuestras
acciones.
Dejando a un lado la
salud (que son palabras mayores), ¿que no nos gusta el balance que
hemos hecho de este último año?, ¿demasiados fracasos?,
¿demasiados sueños sin cumplir?, ¿demasiadas quejas? ¿No nos
gusta la vida que llevamos? Lo que dependa de los gobiernos y de los
políticos, dejémoselo a ellos. Lo que dependa de nosotros,
adelante. Cambiar depende de nosotros. Vamos, actuemos, movámonos, no nos quedemos quietos. No esperemos al 1 de enero.
¡Buen Balance y Feliz
2014!
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