domingo, 4 de diciembre de 2011

CENA CON AMIGAS

El otro día estuve de cena con mis amigas del colegio y, entre broma y broma, estuvimos comentando mi blog; ya saben, lo del tortazo en Roma o lo de la cagada de paloma cuando estaba con mi primera cita seria. No podían parar de reír y, la verdad, yo también me partía de risa. Se nos caían las lágrimas con tanto esperpento. Entre carcajadas, me comentaban que no lo sabían, que nunca se habían enterado de eso. ¡Cómo queríais que os lo dijera...! ¿Qué tal por Italia? Estupendo, ligué en Roma y me estrellé contra una señal de tráfico. ¿Qué tal en tu nuevo colegio? Genial, en mi foto ya me han puesta unas chinchetas. ¿Qué tal aquel chico con el que saliste el viernes pasado? De miedo, lo malo fue que, nada más encontrarme con él, se me cagó una paloma en las gafas. Lo siento, quiero mucho a mis amigas, pero esos acontecimientos quedaron relegados en las más oscura de las noches de mi vida. Lo entendieron a la perfección pero no podían evitar la risa. Yo también me reía a carcajada limpia. Es genial ver cómo te ríes de ello. Significa que lo has superado... Por supuesto que lo he superado. Que hubiera pedido a mis padres que me pagaran unas lentillas ese mismo año no presupone nada. Que ahora sólo salga con chicos con gafas, en una especie de cruzada en defensa de las personas miopes, tampoco.
La verdad es que, entre copas de vino y gracias a los jocosos –pero siempre bienintencionados, eso espero- comentarios  de alguna de ellas, una simple reunión de amigas se puede convertir perfectamente en una buena sesión de risoterapia. Y así, entre risas, quizás porque yo ya había roto el hielo al atreverme a ser la primera en contar alguna experiencia en la –y con la- que quedaba completamente en ridículo, cada una fue explicando alguna anécdota que había mantenido oculta y que, en aquellos momentos, confesaba a modo de catarsis. Y, lo mejor de todo, estábamos predispuestas a reírnos de aquello que nos hizo llorar tanto en su momento.
Esto no es nada. A mí me pasó algo peor ¡y en la Universidad!  La más tímida también parecía dispuesta a desvelar algún secreto que tenía bien guardado. Estaba en primer curso de carrera cuando conocí a Juan, el que me duró sólo un año (No sé si les pasará lo mismo pero, a estas alturas del partido, solemos identificar a los novios de las amigas no por el nombre –no se sabe por qué extraña razón pero tienden a repetirse- sino por el tiempo que duraron o por algún defecto conocido por todas). Quedamos en que vendría a buscarme después de las clases. Y, al acabar la última, a las nueve de la noche, mi amiga se fue directa al lavabo para acicalarse un poco. Estaba nerviosa y tenía prisa. No quería llegar tarde. Habían quedado en el claustro de Letras de la Universidad, donde hay un estanque con nenúfares y peces de colores. Bajó a los lavabos, se maquilló ligeramente, se puso perfume, hizo un pis y, por último, se lavó las manos. Subió como un cohete y, muy puesta ella, se quedó esperando mientras miraba el estanque, en medio del claustro. Para la cita, le había pedido prestada una falda a su hermana. Le iba un poco grande pero, con el corchete y el imperdible, no se notaría. Decidí hacerme la interesante, con una pose melancólica, mirando los pececitos de marra, explicaba ella, cándida como siempre. Y surtió efecto porque todo el mundo me miraba... Hasta que vino un chico y me dijo que mirara hacia abajo. Y mi amiga miró hacia abajo... ¡¡¡la falda a la altura de mis tobillos!!!, formando un patético y vergonzante círculo multicolor alrededor de mis pies. Con las prisas, se le había olvidado abrocharse el imperdible de la falda de marras. Las carcajadas ahogaron el hilo musical de la pizzería. ¡Qué pinta, Dios mío!, ¡qué vergüenza! Conociéndola a ella y a su manera de vestir, ya nos la estábamos imaginando: camiseta interior, calcetines de media por debajo de la rodilla, y con una carrera, los botines, y la maldita falda, por lo suelos. Igual que mi ánimo y mi dignidad, y estas palabras tan serias y profundas las pronunciaba entre carcajadas. ¿Y Juan? Nada..., mientras se los subía, en ese preciso momento –se ha de ser desgraciada, no me digan que no-, apareció el supuesto y enésimo amor de su vida...., por las noticias que tengo de él, creo que todavía no lo ha superado...

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