viernes, 15 de marzo de 2013

ADIÓS



Hoy pensaba escribir sobre los hombres, sobre sus particularidades como género humano, sobre sus manías, sus miedos mal disimulados y sus paranoias peor gestionadas. Hoy pensaba reírme con ellos (no de ellos, no, ¡eso nunca...!). Hoy pensaba reír mientras escribía, pero... hoy se me ha roto el alma.
¿Se acuerdan de esa letra sevillana que decía “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”?
Se me ha muerto un amigo y, sí, algo se está muriendo en el alma.
Se me ha ido un amigo y, con él, se ha ido parte de mí, la que viví con él.
Se me ha ido un amigo y, contigo, amigo, se ha ido nuestra historia, una historia que empezó allá por 1998 (Dios, cómo pasa el tiempo), cuando nos conocimos en el instituto de Llavaneres y, sin darnos cuenta, sin saber ni cómo ni por qué, empezamos a compartir pizzas y esperanzas.
Se han ido esas comidas a medias en las que, poco a poco, muy poco a poco, nos fuimos conociendo: yo, urbanita de pro, pija, amorrada a un tubo de escape; tú, para qué vamos a engañarnos, más de campo que las amapolas. Yo, de letras puras; tú, de ciencias puras. Yo, extrovertida; tú, tímido como una cosa mala. Yo, bajita, rechoncha y morena; tú, alto, delgado y rubio. ¿Qué podíamos tener en común? Nada. Sin embargo...
Se han ido esas conversaciones, íntimas, casi confidencias, casi secretos. Tú me hablabas de tus excursiones y de tus proyectos. Yo te hablaba de mis letras y de mis sueños. Tú me hablabas de animalitos y plantas. Yo te escuchaba y aprendía. Tú me hablabas de tus quiero pero no puedo; yo te daba la paliza con miks amores y desamores. Y no dejábamos de mirarnos.
Se ha ido aquella cena de codornices con pétalos de rosas, en la terraza de Encarna, ¿te acuerdas?, emulando el sensual capítulo de Como agua para chocolate, esperando ansiosos los eróticos efectos de tan curiosa combinación. Nada de nada. Pero las risas que nos echamos bien valieron aquel intento culinario.  
Se han ido esas noches de baile y ese bañito en la playa a la luz de la luna. 
Se han ido esas sesiones de cine, esos encuentros literarios en los que el arte, la cultura y la gastronomía formaban un todo compacto: letras, música, buena comida, buena bebida y tu sonrisa. Sin fisuras.
Se han ido esas palabras de admiración hacia la montaña (una de tus pasiones), esas palabras de excitación y de riesgo (cuando me dijiste que te ibas a no sé qué coño de montaña en la zona de Cashmire, en la India, en pleno conflicto político. Te lo confieso: estuve preocupada hasta que volviste. Pero nunca te lo dije), esas palabras de huida cuando me dijiste que te ibas a la Patagonia a cuidar tortugas (¿o eran focas?) y me preguntaste si quería acompañarte... (le digo yo a mi jefe que me pido una excedencia para ir a cuidar focas y me hace fimar el finiquito ya)
Se han ido esos paisajes que tanto buscabas y que, de vez en cuando, encontrabas. Se han ido esas imágenes que captabas a través de tu objetivo. ¿Y tus objetivos? ¿Dónde se fueron tus objetivos?


Del Pirineu al mar de Eloi Figueras Trouwborst de Mataró (Barcelona)
Lugar: Cim del Costabona
Descripción: El mar al Golf de Roses des del Costabona

Se han ido esas paellas marineras en Can Margarit de Mataró. Cómo disfrutábamos. Cómo degustábamos la comida, el pan con tomate, la ensalada. Nos conformábamos con muy poco y cuánto bien nos hacía. Cómo reíamos (especialmente, después de una botella de vino turbio) cuando venía el dueño porque te confundía con alguien conocido. Desde que tú me enseñaste ese rincón casi a la orilla del mar, tengo que decir que, en plena canícula, mi santo (que coincide con el santo y el cumpleaños de mi madre) lo celebramos siempre allí. Y cada vez que voy, te busco.
Se han ido la ilusión y la sorpresa que sentí al verte en la fiesta de mi cuarenta aniversario.
Se han ido esos paseos por Mataró durante Les Santes.
Se han ido aquellos encuentros en Barcelona en los que hablábamos de sueños y esperanzas.
Se han ido esos detalles nuestros, solo nuestros: aquellos largos en la piscina, en pleno invierno (qué vergüenza pasé ante ti); aquella rosa que jamás me regalaste; aquella comidita en tu casa; aquel abrazo; aquel mordisco de pizza de albahaca... ¡Qué fácil era agarrarse a ellos para seguir sonriendo! ¡Qué sencillo resultaba dejarse llevar por ellos para seguir viviendo! Pero tú no supiste hacerlo, no pudiste hacerlo....
Se ha ido aquel viaje a Marruecos con tus amigos de la UEC (Unió Excusionista de Catalunya). ¡Dios, qué bien me lo pasé! Recorrimos el país de norte a sur en una camioneta cochambrosa. Se ha ido aquel deambular por tierras morunas a tu lado, en la camioneta a tu lado, en aquellos albergues del Atlas a tu lado, entre risas y mapas. Se han ido los bailes en la casa de Alí el Cojo y los paseos por los zocos. Se han idos esas noches en tienda de campaña rodeadas de bichos (yo, urbanita de pro...) en Souss Massa. Yo, con mi Sansonitte, hecha toda una pija; tú, con tus pantalones estampados y tus calcetines, que ya caminaban solos. Se han ido los tés morunos y las llamadas del almuédano. Marruecos no volverá a ser lo mismo sin ti.
Porque te has ido.
Ya no volveré a ver tu cielo estrellado.
Ya no volveré a disfrutar de tu pequeño huerto.
Ya no volveré a escuchar tu voz leyendo alguno de mis poemas.
Ya no volveré a recibir ninguna postal de tus viajes.
Ya no volveré a recibir ningún correo tuyo preguntándome cómo me va la vida.
Yo ya no volveré a...
Demasiado dolor.
Demasiadas preguntas.
Demasiada tristeza.
“Algo se muere en el alma cuando un amigo se va” y siento mi alma vacía, desolada, llorosa, rota.
 Eloi Figueras Trouwborst
Te has ido, Eloi, amigo, y no te has despedido de mí.
Te has ido y yo me he quedado aquí.
Te has ido y te has llevado un trocito de mi alma. Y me duele lo que queda de ella.
Te has ido y no sé qué sentir. Dime tú qué tengo que sentir:
Tristeza, porque ya no estás.
Alivio, porque ya has dejado de sufrir.
Enfado, porque no has pensado en los que te hemos querido, en los que te hemos acompañado en algún tramo de tu vida.
Rabia, porque no viste todo lo bueno que había cerca de ti: tu familia, tus amigos, tus hobbies, tu trabajo.
Te has ido.
¿Alguien me puede enseñar cómo debo soportar tu ausencia, ahora para siempre? ¿Alguien me puede decir cómo puedo digerir tus silencios, ahora eternos?