miércoles, 5 de octubre de 2011

CIENCIAS DE LA CORRUPCIÓN

Un nuevo curso, nuevos alumnos y los mismos retos: intentar que los adolescentes tomen consciencia de lo que significa tener unos estudios, una cultura y una educación; de lo importante que es ser disciplinado, constante y trabajador; de que deben aprender a ser autónomos y proactivos, a trabajar en grupo, a ser consecuentes, a ser críticos con ellos mismos y con lo que les rodea… Bla, bla, bla… Siempre lo mismo. Y la cuestión es: ¿lo estamos consiguiendo? ¿A pesar de los recortes y de los esfuerzos por parte del gremio docente (y la mayoria,decente), estamos inculcando todos esos valores para que lleguen a ser ciudadanos de futuro y con futuro? Pero creo que ésas no deben ser las cuestiones que nos debemos plantear. Siendo sinceros y viendo lo que sucede a nuestro alrededor, el gran interrogante debería ser: ¿Realmente, son ésos los valores que debemos inculcar o tendrían que ser otros?
Ahora que nuestros alumnos de 2º de Bachillerato ya se están planteando qué hacer con su vida después de acabar esta etapa y se están debatiendo entre infinidad de titulaciones para elegir su futuro (no olvidemos que serán nuestros futuros médicos, futuros abogados, futuros investigadores, futuros políticos, futuros profesores, futuros ingenieros, etc.) y después de revisar infinidad de veces el listado infinito de grados que ofrecen las diferentes universidades (Ciencias Ambientales, Ciencias Biomédicas, Ciencias de la actividad física y del deporte, Ciencias Empresariales, Ciencias Políticas, Ciencias de la Información, Ciencias de la Educación), viendo el panorama nacional e internacional, echo de menos algo. Me pregunto dónde está el grado de Ciencias de la Corrupción, en qué universidad se estudia y qué materias o créditos lo componen.
Observando y analizando los perfiles de estos titulados en Ciencias de la Corrupción, se podría decir que han estudiado las siguientes asignaturas:
Derecho, para conocer las leyes con el único objetivo de transgredirlas. No para respetarlas y hacerlas respetar sino para descubrir sus recovecos oscuros, para saber qué vacios legales presentan y poder actuar, así, con total impunidad.
Economía, para dominar términos y realidades como “cohecho”, “malversación de fondos”, “prevaricación”, “paraíso fiscal”, “contratación fraudulenta”, “economía sumergida”, “fraude fiscal”. O, simplemente, para saber que, si te doy X a cambio de Y, yo recibo ZZZZZZ o, lo que es lo mismo, $$$$$$$ o €€€€€€.
Ética, para acabar sabiendo que, si se actúa sin ella, no ocurre absolutamente nada; que, incluso, es recomendable “pasar de ella” para conseguir pingües beneficios en las transacciones o pactos. Después de miles de años de reflexión y estudio por parte de nuestros filósofos para poder dilucidar qué mueve al ser humano a actuar de esa manera, llegamos a la conclusión de que se puede vivir con “total dignidad” siendo completamente amoral o inmoral, y que es precisamente esa falta de ética el motor de las economías mundiales. Si sumamos la falta de escrúpulos al egoísmo, más la ambición, más la ignorancia, más la estupidez supina, obtendremos como resultado el perfil del corrupto idóneo. No, si ya lo decía Platón…
Antropología y Sociología, para conocer a la víctima de nuestras argucias; para saber que el ser humano necesita confiar en sus representantes, necesita una cierta estabilidad política para seguir creyendo en el sistema, necesita seguridad para seguir viviendo, y está dispuesto a apoyar, una vez más, a aquel que le está robando, le está engañando y se está riendo en su cara. Da la impresión de que en esta materia existe un seminario en el que se enseña cómo detectar los grupos sociales más vulnerables, más frágiles y cómo aprovecharse de ellos con mentiras, engaños y falsas promesas. Debe de haber otro seminario en el que se da pautas para ejercer el abuso de poder mediante abusos sexuales…
Demagogia, para aprender a hablar, hablar y hablar sin decir absolutamente nada. Y en este bloque se podría encontrar un ciclo de conferencias sobre Léxico y Gramática, en las que se enseña diversas técnicas para decir siempre lo mismo -es decir, nada- sin repetir las mismas palabras. Y con un apartado muy importante para aprender a humillar, atacar e insultar a los que acusan, a los que dudan, a los que denuncian, a los que se cuestionan los hechos y los actos, todo ello sin vulnerar, eso sí, las leyes de la diplomacia.
Semántica, para recuperar el verdadero significado de conceptos como “democracia”, “justicia”, “igualdad”, “bien común” y un largo etcétera que se olvidan nada más asumir el poder. Jurarían que esta matería, la suspenden todos...
Psicología, para profundizar en uno mismo y conocer cuáles son los propios límites en el asunto que nos ocupa, la CORRUPCIÓN. Para hilvanar un pensamiento y un discurso basado en el YO-ME-MÍ-CONMIGO y quedarse “tan pancho”. Para esconder los defectos, las incapacidades y, sobre todo, las inseguridades y debilidades personales y sociales.
Telegenia, para aparecer ante la prensa y la opinión pública bien vestidos, bien peinados y con el discurso –que, insisto, no dice nada, no ofrece nada- bien aprendido, con las palabras bien buscadas y, especialmente, con esa prepotencia y esa sorna que caracterizan al corrupto.
Obviamente, y siguiendo el famoso Plan de Bolonia, las universidades que ofertan este grado universitario, Ciencias de la Corrupción, garantizan prácticas en diferentes y reconocidas instituciones. Véase: ministerios, consejerías, consistorios, clubs deportivos, ONGs, entidades financieras, centros educativos, empresas de diversa índole. Como se puede observar, existe un amplio abanico de posibilidades para que el estudiante de Ciencias de la Corrupción pueda aplicar sus conocimientos.
Así las cosas, la próxima vez que un alumno me pregunte sobre los estudios superiores y me pida ayuda para tomar la gran decisión, no se me ocurrirá apelar a los intereses personales, a las habilidades sociales, a las aptitudes profesionales. Tampoco aludiré al esfuerzo, a la constancia y a la ilusión. La próxima vez que alguien me responda “Sí, todo eso está muy bien pero, ¿ganaré mucho dinero?”, guardaré todos esos argumentos en el cajón de las utopías y le contestaré: ¡Ah, haber empezado por ahí! ¿Es eso lo único que quieres? ¿Sólo ganar dinero? Pues, está claro. Corrupto, hijo, hazte corrupto.

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