domingo, 27 de julio de 2014

EGIPTO ETERNO

Acabo de volver de pasar una semana en Egipto. Cansada pero feliz. Y con la cabeza llena de historias, de imágenes y mil y una paradojas. 
Cuando mi chico y yo empezamos a pensar en las vacaciones, barajamos diversos destinos: La Habana, Perú, volver a Nueva York, pero la crisis y un paseo por la Feria de Turismo de Barcelona hicieron que nos decantáramos por Egipto. Barato e interesante, ¿qué más podíamos pedir? ¡Cómo no va a ser barato si están en pleno conflicto! ¿Estáis seguros? No, no lo estábamos, sobre todo porque desde el Ministerio de Asuntos Exteriores lo desaconsejaban rotundamente: zonas de conflicto, Alejandría, Sharm al-Sheikh, y en El Cairo, la plaza Tahrir, zona de los ministerios, palacio presidencial, ciertos barrios, otras zonas del país; zonas de seguridad moderada, zona de las pirámides; zonas seguras, ninguna. Con este panorama y que los paquetes vacacionales no incluían bebidas ni atentados o secuestros, no me extraña que mi madre mi llevara al notario a hacer el testamento. Yo, también, por si acaso, le dejé a mi hermana mayor un papel en el que había escrito mis últimas voluntades y un montón de datos útiles por si llegaba una fatal noticia de la tierra de los faraones. Incluso pensé, mientras hacía la maleta, grabar un vídeo para someter a mis "herederos" a una especie de ginkama con el objetivo de que se ganaran con el sudor de sus frentes y una buena dosis de humor toda mi "herencia". 
Total, que con los papeles arreglados y no sin pocas reservas, embarcamos rumbo a El Cairo. No puedo describir todo lo que sentí al pisar esas tierras. Estaba cumpliendo un sueño desde que estudié su cultura y su arte en 1º de BUP. ¡Qué emoción ver las Pirámides de Keops, Kefren y Mikerinos y la famosa Esfinge de Giza!

¡Cuánto he aprendido de la mano de Muhammad, nuestro guía egiptólogo (Mohamed Wahban)! 



Nos enseñó a leer y  a interpretar los jeroglíficos (el ojo de la sabiduría, el escarabajode la buena suerte -otra interpretación del dios Ra, el de sol, además de Horus, Athon; la llave de la vida, letras, ideas, números...)





¡Cuántos mitos caídos! No, no existe la maldición de la Tutankhamon, no. Los que entraban en su tumba morían, sencillamente, por falta de aire y por las bacterias allí acumuladas. No, Cleopatra no era sólo era bella y ambiciosa sino también muy inteligente y muy culta, y todo esto desarmó a más de un emperador romano. Nefertiti murió de diabetes. Tutankhamon es famoso porque se encontró su tumba y su tesoro completo, no porque hiciera nada de relevancia, si el pobre fue nombrado faraón cuando era un crío y murió con 19 años de una herida en la rodilla; no tuvo tiempo de hacer nada relevante. Muhammad nos explicó el significado de la disposición y de la decoración de cada piedra, de cada columna, de cada obelisco. Nos habló de Horus, de Ramsés, de Isis, de Athón, de Nefertiti y yo, allí, en medio de una sala hipóstila o de una mastaba, a los pies del chacal o de las grandes figuras de Abu Simbel, he vuelto a ser esa alumna de 1º de BUP, curiosa y aplicada, inquieta y atenta, con enormes ganas de saber y de entender esa cultura faraónica. Luxor, Karnak, Edfu, El Valle de los Reyes, Kom Ombo, los Colosos de Memnón, el templo de Hatshepsut... no era recordar la Historia que había aprendido en los libros; era algo más, era estar dentro de la Historia. Y eso no tiene precio. Bueno, sí, el de la oferta de la agencia de viajes.
El crucero pr el Nilo supuso recuperar ese lujo -decadente- de los orientalistas de los años 50 que iban en busca de aventuras y de monumentos para llevarse a sus países y a sus museos (Muhammad mostró no pocas veces el enfado nacional porque algunas de sus piezas más emblemáticas fueron saqueadas y expoliadas sin posibilidad de retorno. Menos mal que la máscara de Tutankhamon y todo su tesoro siguen en el Museo Egipcio de El Cairo. Navegar por el Nilo (y pasear por El Cairo) ha supuesto recrear a Agatha Christie y su novela de misterio, sentirse como Rita Hayworth cuando se casó con el príncipe Ali Khan. Y, si me lo permiten, entender a Taha Husein con su obra Los días o a Naghib Mahfouz o, incluso, a Um Kulthum. No hay palabras.
Bañarse en las aguas del Nilo, a pesar de decirnos hasta la saciedad de que en esa zona no había cocodrilos, fue una experiencia única preñada de morbo y perversión, fruto del miedo de ser atacada por uno de esos feroces animales, de la osadía y del hecho de decir, sí, qué demonios, yo me he bañado en el Nilo.





Ser testigo de increíbles puestas de sol, del contraste entre el dorado del desierto, el azul de las aguas del río más largo del mundo y del cielo africano y del verde de la frondosa vegetación de la ribera no tiene parangón. 

Pero, además de esta parte legendaria, faraónica; además de este combiando de cultura y naturaleza, también he vivido los tópicos del país: el regateo en los bazares y con los vendedores ambulantes; el caos en la circulación en todo el país, especialmente en la capital -sí, cruzar una calle de El Cairo es un acto de fe o un suicidio, depende de cómo se mire-; las chilabas, los kaftanes y las cada vez más frecuentes abaya y niqab (no, no voy a valorarlo); el calor; la suciedad que se observa en algunas calles; la pobreza y la poca visión de negocio y de futuro que se percibe; los tatuajes de henna

la excursión en camello



y mil topicazos más.

Pero una de las cosas que más me ha emocionado ha sido volver a constatar que no se me ha olvidado la lengua árabe que estudié durante tantos años y que apenas puedo practicar aquí en Barcelona. Aunque Muhammad me decía (espero que en broma) que no me hiciera ilusiones, que sólo sabía unas pocas palabras, él y yo sabemos que no es así porque, a medida que hablaba, iba recordando más palabras y más estructuras sintácticas. Sin embargo, lo mejor de todo ha sido ver la cara de alucinados de los lugareños al oírme hablar en su lengua. ¡Eso sí que no tiene precio!



Mil anécdotas, mil historias, mil risas, mil exclamaciones de admiración y de sorpresa, mil piedras, mil botellas de agua para aguantar el calor para resumir un viaje excepcional.

Ah, y de la inseguridad, nada de nada. Otro tópico...

PD. Id a Egipto. Vale la pena. Y si quereis un buen guía, preguntad por Muhammad. Es el mejor.



2 comentarios:

  1. Acabo de regresar de un viaje a Egipto con este mismo guia y subrayo todas tus alabanzas hacia el. Es como ir con un catedrático de egiptologia que ademas se ilusiona cada vez que vuelve a entrar en cada uno de los templos como si entrase por primera vez. Me quedo sin elojios hacia el.

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