domingo, 16 de diciembre de 2012

I'M NOT A BLOGGER

Pues no. No soy una blogger. Tengo un blog, sí, pero de ahí a que me consideren una blogger... hay todo un trecho. Y lo digo porque, últimamente, algunas personas de mi entorno han hecho no poca coña con eso de que soy una blogger, de que por fin tengo Facebook y que a ver cuando me hago de Twitter, que si el Papa ya se ha hecho "twitero", que por qué yo no. ¡¡¿¿Y qué más??!! Y una página web, me dijo alguien, ¿por qué no te haces tu propia página web para publicitarte?
No soy una blogger porque, informándome y consultando un montón de blogs, puedo llegar a la conclusión de que la mayoría de los blogs (por no decir todos) son puros y meros escaparates de moda (ropa, calzado, accesorios -bolsos, cinturones, sombreros, joyas, bisutería más o menos cara-, cosméticos, peinados, etc.) y/o de famoseo. Bueno, también he rastreado muchos blogs de cocina y de viajes. Pero, qué quieren que los diga, yo, para bien o para mal, no estoy para esas cosas; vamos, como se dice vulgarmente, pero que muy vulgarmente, “no tengo el coño pa ruidos”.
No, para qué me voy a engañar. No soy una celebrity ni una it girl que aparece en el photocall de todos los acontecimientos sociales o en el front row de todos los pases de modelo. Tampoco soy una actriz ni una cantante que se apunta a todos los estrenos de cine (cada vez, menos, la verdad, es una pena...) o participa en los show cooking que tan de moda están actualmente. Tampoco soy una novia-de ni una hija-de (uy, qué mal ha sonado eso, ¿verdad?) que colabora “desinteresadamente” en todos los rastrillos y en todos los saraos solidarios propios de estos días (y la pregunta es: ¿por qué no los hacen más a menudo durante todo el año?) o que va a todos los afterwork o a todas las fiestas de renombre, con catering de alto copete y dj de moda. Tampoco soy una top model, de esas de rompe y rasga, con unas medidas perfectas, que sale en el calendario Pirelli o en unas fotos robadas en el backstage de la última semana de la moda. Ni tampoco soy nadie con título nobiliario con un refugio en la nieve (da igual donde esté esa nieve, en Baqueira, Sierra Nevada, los Alpes o o en Gstaad, un dúplex en la playa (lo mismo, da igual donde esté ese rincón de arena y mar, en Capri, Begur, Formentera o en Los Hamptons), o un loft, minimalista y con líneas depuradas, en Manhattan o en pleno barrio de Salamanca en Madrid. No. No, señoras y señores, no soy nada de eso para creerme que visto de coña, que tengo glamour, o que mi street style o mi life style es tan estupendo que hasta doy lecciones de eso, sea cual fuere mi estilo, ni me creo tan importante como para crear un blog o una página web y colgar ahí las fotos que me hago cada mañana antes de salir de casa para mostrar qué me pongo cada día y, de paso, enseñar al mundo qué vida tan maravillosa llevo, ni pienso que mi manera de hacer es tan excepcional como para escribir un twit cada dos minutos o para hacer un making of de mis días y mis noches.
No. Yo sólo soy una tía normal y corriente, con una vida de currante normal y corriente (a pesar del sueño acumulado y algunos problemillas inherentes al mundo laboral, a pesar de los recortes salariales, aquí sí que me siento excepcional porque con todo el paro que hay...), con un pisito normal y corriente (tengo una humedad en el salón que no me deja vivir pero reconozco que aquí me vuelvo a sentir privilegiada porque con todos los desahucios que hay...), con una salud normal y corriente (con mis contracturas y mis dolores de ovarios cada vez que ovulo, con mi dolor de cuello y de muñecas, pero oyendo las noticias de salud -cáncer, sida, infartos, enfermedades llamadas raras, etc., etc., etc.-, otra vez pienso que soy una afortunada), con un coche normal y corriente (pero es el que siempre había soñado, deportivo y de color rojo), con una familia y unos amigos normales y corrientes (tendrán sus defectos, como todos nosotros, pero he de decir que, para mí, son los mejores y son únicos) y con una pareja normal y corriente (ya hablaré de él largo y tendido otro día pero, sí, me tocó la lotería cuando lo conocí).
Sí. Yo sólo soy una tía (lo de tía va en serio porque ya tengo cuatro sobrinos), una tía normal y corriente que, cada vez que se pone falda y medias, está siempre vigilando para que no se le haga una carrera; que, cada vez que se maquilla, se le acaba corriendo el rímel porque siempre acaba llorando de risa y alguna vez de pena o de impotencia o de rabia; que, cada vez que invita a cenar a su gente, se pone histérica para que todo salga bien; que, cada vez que se acerca la Navidad, hace unas postales especiales para sus sobrinos; que, cada vez que se mira al espejo, hace el firme propósito de ponerse a dieta (aunque luego se zampe unas cervecitas o unas copas de cava o unas tapitas o pan con allioli...) o de apuntarse al gimansio (esta vez va en serio, el 1 de enero de 2013 empiezo. Lo juro por... No, mejor no jurar, que voy a ir al infierno de cabeza). Una tía normal y corriente. Eso mismo. Ni más ni menos.  Y toco madera.
Y por eso no soy una blogger.
En mi blog no hay consejos de cómo maquillarse o cómo combinar la pana con el print o como hacer un buen coctail o como decorar una mesa; no hay fotos donde salgo yo posando mientras me arreglo para ir a trabajar o mientras me pongo el antiojeras o mientras cocino una ensaladita o mientras cuelgo los adornos de Navidad en la puerta de mi casa. Como mucho, alguna foto de alguno de mis viajes. No, en mi blog, sólo hay letras, muchas letras: lo que sueño, lo que me preocupa, lo que me hace reír, lo que me hace llorar, lo que anhelo, lo que rechazo, lo que me hace seguir creciendo, algún cuento, infantil o no... Por eso me reafirmo en lo del principio: No, yo no soy una blogger; yo sólo soy una tía normal y corriente a la que le gusta escribir y a la que le gustaría vivir de la escritura. ¿Les parece poco?
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